Al contraluz de una vela su dedo recorrió lentamente sus curvas de seda. Unas horas después, ese mismo cuerpo comenzó a cubrirse de pintitas. Pintitas pequeñas y uniformes dispuestas en lineas rectas. Pintitas que indicaban que al otro lado de la persiana había empezado un nuevo día. Laia se giró y entreabrió un ojo.
-¿Ya es de día?
Y como si de una niña se tratase, Marc se levanto y cerró la persiana del todo.
-No, sigue durmiendo, no te preocupes.
La besó la mejilla y siguió mirándola sin ver a través de la más absoluta oscuridad.
Podría pasarse días así.