13 de febrero de 2010

Hablar sin palabras

El olor a desinfectante le revolvía el estómago. Era ese olor en concreto, tan característico, que solo era capaz de indicarle dónde se encontraba. Pero unos ojos que hablaban en silencio se colaron en la habitación. Una habitación pequeña, impersonal, llena de silencio. Y con las palabras que no dijo cambió las cosas. Esos ojos hablaron de esperanza, y con su cálida mirada hicieron que pareciese menos vacía, con su ayuda el dolor pareció menor, y con su simpatía consiguieron que oliese menos a desinfectante, en definitiva, que fuese un poco menos hospital.

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